sábado, 13 de septiembre de 2014

CONTRA LA RESACA

 
Un amigo me llama desde la Selva Negra  para descubrirme un nuevo cocktail. Hay que ir a una de esas tiendas ecológicas y comprar un zumo de remolacha que mezclamos en coctelera a partes iguales con vodka y zumo de limón. Se decora con una cuerdecita colgando del vaso para que tenga aspecto guarrindongo.

Pese a que parezca un tampax, el resultado es magnífico para combatir la traicionera resaca y hacer un corte de mangas a los filisteos  enemigos del placer y defensores de los valores espartanos. Estoy de acuerdo con Erich Fromm que quizá no exista fenómeno con mayor carga destructiva que la “indignación moral”, que permite actuar a la envidia y al odio disfrazados de virtud.

Vivimos en una época donde se habla despectivamente del hedonismo, como si el amor al placer imperase  en esta época profiláctica. Prohíben fumar, sirven garrafón en vez del sano alcohol, inventan epidemias en laboratorios, solo defienden el pleno empleo para poder pagar hipotecas y que los usureros—shylock que no saben gastar ni mucho menos vivir—impongan sus dogmas.

Los espartanos eran unos coñazos. Eran mucho mejor los habitantes de Sibaris, quienes enseñaban a sus caballos a bailar.

Pero hoy nos tratan de intoxicar con Esparta, quienes tanto presumían de guerreros y de ascetas pero que luego vendieron vergonzantemente Grecia a los persas, logrando asombrar a los corruptos atenienses.

Sí, no hay duda que la Guerra del Peloponeso también es buena en esta mañana de resaca. Y también leer una interesante carta de la novelista George Sand a Flaubert: “Los realistas han hecho una elección que traiciona la realidad, dado que obedecen a una convención arbitraria que les conmina a representar solo la cara oscura del mundo. Los nihilistas traicionan no el Bien, sino lo Verdadero”. Es el inocente placer de vivir por vivir, el sagrado gozo de la propia espontaneidad, lo que quieren asesinar estos nuevos cuervos de lo políticamente correcto que odian el vistoso color de los papagayos.

Por eso a mí me gusta mucho más la romántica princesa Salambó que la boba burguesa Emma Bovary.

Seguimos en plena guerra y el Peloponeso está en llamas. A un lado los bélicos predicadores ascetas, al otro los pacíficos practicantes hedonistas. Que cada uno tome el partido acorde a su naturaleza. Yo marcho solo con mis leones y la certeza de saber quien soy, mientras bebo esta mezcla guarrindonga que aclara mis deseos y enturbia mis obligaciones, y sé que estoy con los que prefieren el amor a la guerra. 

 

 

 

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